RACHEL CARSON (1907, Springdale USA -1964, Silver Spring USA)
Inauguramos esta línea editorial sobre Nature Writers no con la intención de hacer un catálogo sino para compartir con todos vosotros las lecturas y las persones que nos han inspirado y que siguen alimentando nuestra pasión por el entorno natural. No están todos, y quizás hayamos obviado a los más comúnmente representativos, pero están los que nos han hablado de forma más profunda y que han transformado nuestra forma de ver, entender y vivir la naturaleza.
Comenzamos con una mujer. No es casual. Desde mi punto de vista, son las mujeres las que mantienen una conexión más íntima con la naturaleza y un nivel de empatía e intel·ligència que sobrepasa a muchos hombres (especialmente a los supuestos grandes hombres). Sé que resulta muy simplista y que generalizar así, puede resultar peligroso, pero a pesar de ello, quiero posicionarme. Para mí, el futuro es vegetal y femenino.
Y ese futuro, posiblemente se lo debamos a mujeres como Rachel Carson.
Rachel se licenció en biología y trabajó, en el anonimato, para el gobierno en el Servicio de Pesca y Vida Salvaje durante casi 15 años como bióloga marina. Pero su vocación infantil de escritora, la empujó siempre a escribir, primero artículos sueltos en las publicaciones del Servicio de Pesca y Vida Salvaje y más tarde en libros sobre la vida del océano. El mar que nos rodea (1951), su segundo libro, fue un éxito de ventas que le permitió dedicarse exclusivamente a la escritura y la investigación. Pero su libro más popularmente conocido, fruto de su preocupación por el impacto de la industrialización tecnológica sobre la naturaleza, es, sin lugar a dudas, La primavera silenciosa (1962), que fue el precursor del movimiento ecologista en EEUU y detonante de una encarnizada lucha legal por la supresión de los pesticidas masivos y la prohibición del DDT. Rachel, que era una mujer enormemente discreta y conciliadora, sufrió, tras la publicación del libro, los ataques furibundos de la industria, que no dejó de calumniarla y desprestigiarla públicamente. Un cáncer de mama muy agresivo y mal diagnosticado acabo con su vida a la temprana edad de 57 años. No puedo evitar pensar que esos años de persecución legal y acoso mediático, de injurias e insultos públicos, en una mujer que simplemente hacía su trabajo apasionadamente y con un nivel de honestidad poco común, fueron los causantes de su enfermedad.
El que para mí es su libro más emocionante y que muestra mejor su inmensa humanidad y sensibilidad, es El sentido del asombro, que originariamente fue un artículo titulado Ayuda a tu hijo a asombrarse (Help your child to wonder) publicado en la revista Woman’s Home Companion en el año 1956.
Este librito de pocas páginas, transmite como ninguno su enorme fascinación por la naturaleza y su inagotable curiosidad por las maravillas de la vida y encierra algunas de las lecciones más profundas que he recibido en los últimos años.
En él explica el enorme reto al que Rachel se enfrentó al tenerse que hacer cargo del hijo de su hermana. Ella, mujer soltera y sin hijos, dedicada en cuerpo y alma a su trabajo, de repente tiene a su cargo a un mocoso de pocos años al que tiene que cuidar y educar. Este es el punto de partida. Cómo educar y como mantener ese maravilloso sentido del asombro innato de los niños.
No sorprende que Rachel encuentre en su amada naturaleza el vehículo ideal para la educación de su sobrino. No en su observación y estudio sino a través de la vivencia y el disfrute de un entorno natural lleno de maravillosos descubrimientos.
“Una vez que han surgido las emociones, el sentido de la belleza, el entusiasmo por lo nuevo y lo desconocido, la sensación de simpatía, compasión, admiración o amor, entonces deseamos el conocimiento sobre el objeto de nuestra conmoción. Una vez que lo encuentras, tiene un significado duradero. Es más importante preparar el camino del niño que quiere conocer que darle un montón de datos que no está preparado para asimilar”
Uno de los consejos que se desprenden de este libro y que yo he adoptado desde su lectura es la de salir siempre armado con una lupa a mis paseos. Es increíble como un artilugio tan básico y económico nos puede abrir la puerta a mundos tan fascinantes, en menos de un centímetro cuadrado.
El libro está lleno de perlitas como esta. Ideas poderosas por sencillas (que no simples) y de una sensatez poco común. Una auténtica lección de vida que más allá de ayudar a los padres a educar a sus hijos, te enseña a ser mejor persona.
Se me ocurren pocas cosas mejores que decir de un libro. Yo a ella no la conocí, pero sé que me hubiera encantado tenerla como amiga, bien cerquita, para empaparme de su “silenciosa” humanidad y pasear juntos por su amada costa o entre los árboles de sus “bosques perdidos”.