Pieza musical inspirada en los sonidos y tempos de la jornada de recolección en La Gutina. Compuesta e interpretada por Barbara Van Hoestenberghe especialmente para BRAVANARIZ.
Si quieres escucharla mientras lees esta entrada del cuaderno dale al play.
Este año, la primavera se ha avanzado un mes. Ya a mediados de Marzo, florecían las primeras matas de cantueso en La Gutina, pillándonos a todos a con el pié cambiado. Cada vez que constato alguno de estos desajustes no puedo evitar cierta tristeza que enseguida se torna enfado. No queda mucho para que hagan buenos vinos en Dinamarca (¿tendríamos que alegrarnos?). El cambio climático, para los que trabajamos en el campo, hace años que es una realidad dramática y desespera observar el descrédito de las instituciones y la despreocupación de una población cada vez más informada y menos capaz de reaccionar.
Pero ese es otro tema, volvamos a la primavera del 2017, que a parte de prematura fue espectacular. Hubo más sorpresas. Los estanques espontáneos de la zona se llenaron de agua después de 40 años. Bárbara y Joan Carles me llamaron emocionados: Están llenos! Hay agua Ernesto, ven a verlo! Realmente espectacular. Pero de una espectacularidad nada ruidosa, casi discreta. Suena extraño pero si algún día puedes coincidir con esta maravilla de la naturaleza, seguro que comprenderás lo que te digo.
Desde el principio sabía que el primer CAMÍ, se capturaría aquí, en La Gutina. Si quieres saber las hondas razones de tanta seguridad, puedes abrirte el documento audiovisual que esta al final de esta entrada, pero simplificando, te diré que este lugar me emociona. Siempre.
Esperé el momento adecuado, cuando la variedad cromática había llegado a su punto álgido. Hay un orden dentro del caos. No brota todo de golpe. Existe una lógica interna en la primavera Empordanesa. Los almendros a finales de Febrero son la avanzadilla, abanderando el cambio con su blanco delicadamente rosado. Un blanco nada aseverante, que nos recuerda la fuerza de la fragilidad, su inmenso poder. Le siguen las florecillas humildes del capblanc, el bruc d’escombra el espino blanco y los ajos silvestres, entre otros tantos. Después viene el amarillo y las infinitas tonalidades de azul y morado. La explosión llega con el rojo de las amapolas, como una hemorragia generalizada. El periodo de la tierra. La prueba de fertilidad. Después todo exceso es poco.
Pues en ese justo punto, cuando conviven en flor el cantueso, el romero, el tomillo, las estepas, la siempreviva, el tàrrec, la argelaga y la ginesta. Llamé a mi amigo Larry para capturar juntos lo excesivo de la primavera. Su vitalidad incontestable.
Llegamos temprano. Todavía hacía fresco y se agradecía llevar guantes pero la luz era nítida, limpia. Lo típico tras unos días de tramuntana. Larry, no conocía el lugar. Yo sabía que no le dejaría indiferente.
Iniciamos el recorrido en la casa pairal de Can Torras, hacia las viñas de abajo, cerca del dolmen del prat tancat y seguimos el camino habitual que recorre los yacimientos megalíticos más importantes de la finca . Parece mentira, en un espacio tan pequeño, la variedad botánica que puedes encontrar. Resultaba difícil no levantar la cabeza para contemplar la maravilla. Generalmente, en mis recolecciones en solitario, ya me pasa, pero mirar a través de los ojos de Larry hacía del todo imposible concentrarse en la recolección. Enseguida entendí (y acepté) que un solo día no bastaría y me dediqué a disfrutar del paseo en compañía de este gran amigo que todavía sabe sorprenderse y que busca y comprende el estupor de una naturaleza que nos supera.
El paseo de los dioses, así lo bautizó Larry, mientras, en silencio y con el Land Rover cargado de planta, bebíamos satisfechos agua fresca. El flechazo fue intenso. Otro enamorado de La Gutina.
Pasé la tarde destilando, hasta entrada la noche. La intensidad del cantueso, penetraba en la casa, afectándonos a todos. Fue una noche hermosa, que recogió lo mejor de un día hermoso.
Al día siguiente convencí a Barbara para que viniera a acabar el trabajo. No fue difícil. La destilación de la noche la sedujo de tal manera que no tuve que decírselo dos veces.
Para mi sorpresa, el paisaje, aquel día parecía del todo distinto. Las plantas eran las mismas, els estanys seguían allí confirmando el misterio de las capas freáticas. Pero la luz era diferente. Sol arañado, algo pastoso. Luz sin contrastes.
Creo que no me equivoco al afirmar que las plantas olían distinto. O mejor dicho, no desprendían su olor con tanta impertinencia. La belleza del lugar seguía estando allí, de otra manera. Menos evidente. Más misteriosa.
La primavera es así, cambiante e imprevisible, dinámica y en transformación constante. De hecho, es la menos estación de todas. No se detiene, no se instala. Es pura transición. Como el presente.
Barbara, que ya conocía de sobras el lugar, no dejó de maravillarse de nuevo. Realmente se trata de un sitio mágico y especial que merecía una buena captura.
Este CAMÍ, recoge la esencia de aquellas dos jornadas de recolección rodeados por el ruido de los insectos y la frenética actividad sexual de las plantas. Encierra la impertinencia adolescente de una naturaleza desbordada, desmedida. Hay algo inestable en su fragancia. En transformación constante, a pesar de su contundencia falta de matices. Puedes sentir el movimiento interno, la inquietud, su ruidosa potencialidad. Casi como una amenaza. O mejor, como una promesa.
Si quieres leer el texto escrito por Larry Fernández, tras su experiencia en La Gutina, clica aquí.
Si quieres conocer las motivaciones de fondo que han llevado a Ernesto Collado a escoger este paraje para su primer CAMÍ, puedes darle al siguiente enlace: Ver video.