Lo que comenzó como un regalo aromático para el 80 cumpleaños de mi padre, se ha convertido en el intento de capturar el aroma de las muchas horas pasadas a caballo junto a él y mi hermano, en su finca ganadera de extremadura.
Los paseos en familia cruzando la laguna en busca de nuevos nacimientos de terneros o para repasar las cercas. Las faenas con el ganado y las legañas de unos nietos arrancados de sus camas de madrugada para que se “ganaran la tostada”, como a él le gusta decir. Esas naranjas dulces y menudas, cogidas del huerto junto a las aromáticas, y los zumos exprimidos en el silencio de una casa todavía sin despertar. El calor de las cabalgaduras, en las frescas mañanas de primavera, mezclado con el aroma de las manzanillas pisoteadas por vacas y caballos. El intenso olor a cuero del guadarnés, repleto de botas, zahones, monturas y cabezadas.
Y al caer la tarde, al calor de la lumbre, las largas conversaciones sobre el campo. Las anécdotas mil veces contadas y escuchadas con la misma curiosidad y fascinación renovadas de siempre. Las bocanadas de humo que salen de su pipa cargada con tabacos marineros y exóticos, en honor a su escritor favorito (Joseph Konrad) y los puros habanos de las sobremesas taurinas, plagadas de nombres de leyenda.
CASA CUERVO, encierra la vivedencia de una passion compartida desde pequeño, por la naturaleza y las cosas del campo. Es mi humilde homenaje a la tenacidad de un hombre, que como el personaje del bonito relato de Jean Giono, se dedica a plantar árboles año tras año, llenando de futuras sombras y verdor las duras tierras de su finca extremeña. Simplemente porque tiene la convicción de que la única forma de hacer lo correcto, sin miedo a equivocarse, es plantando un árbol.
Va por mi padre!