La primera vez que estuve en Can genís tenía 10 años y llegué a caballo con mi padre y mis hermanos. Desde entonces se convirtió en uno de los paseos más habituales de mis fines de semana desde Can Barris, a una hora y media montaña arriba, en el municipio vecino de La Vajol. El lugar era ideal porque allí podíamos abrevar a los caballos y las vistas sobre la bahía de roses eran espectaculares. Y lo siguen siendo.
Por azares de la vida, dos de mis mejores amigos y colaboradores habituales viven ahora allí, y junto a uno de sus hermanos cuidan de las vacas y explotan sus viñas. Pero no es a eso a lo que se dedican. Ellos son iluminadores y de los mejores y con más personalidad del panorama escénico nacional. En contra de lo que muchos piensan su elección de vivir allí ( realmente colgados y lejos de los centros habituales de producción) tiene una lógica aplastante. Can Genís, es un mirador privilegiado sobre los impresionantes cambios de luz del Empordà. No hay mejor iluminador que el sol, y vivir en Can Genís los hace alumnos aventajados. O así, lo pienso yo.
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